¿Quién es dueño de tu Tiempo?

¿Quién es dueño de tu Tiempo?

Fuente:EMPRENDICES,05/03/2021 04:00 pm


Por Emprendices 


Administrar el tiempo es una cosa y otra diferente determinar quién es dueño del tiempo de uno. La diferencia entre ambas es la misma que existe entre Forma y Fondo.


Tiene, por supuesto, beneficios y perjuicios saber administrar el tiempo, pero el hecho de no ser dueño de él es condicionante definitivo de la realización del potencial humano. Cierto tamaño alcanza el hombre en la Vida teniendo potestad sobre su tiempo y otro cuando es la voluntad ajena quien lo domina.


Por muy desgastada que esté, la afirmación que sostiene que el Tiempo es el activo principal del hombre, su bien más valioso y el único recurso que no puede recuperar a medida que lo “gasta”, sigue siendo una de las verdades más significativas del universo.


Tiempo es Vida y Vida es Tiempo. Esta es una relación ontológica que explica las cosas más básicas e importantes de la existencia.

Tiempo



Todos los hombres llegan a este mundo con una medida determinada de tiempo que les corresponde administrar.


En ello no hay más discriminación que la definida por los caprichos del destino y la duración de vida que cada persona tiene.


Una hora de tiempo es el mismo “absoluto” para todos los seres, aunque sea relativa la interpretación y la vivencia que en ella se tenga.


Habitualmente el hombre goza de completa libertad para determinar el destino que impone a su tiempo, y en función de ésa decisión las personas se van diferenciando unas de otras.

La diferencia no se da antes, se produce como efecto del curso que el hombre imprime en el devenir de su tiempo.


La primera y sutil decisión que el hombre toma cuando tiene voluntad propia es el grado de dominio y poder que ejerce sobre su tiempo. Absoluto dueño y señor de él no puede ser en el contexto de las exigencias sociales que soportan la dinámica de vida, pero el “grado” de control y poder que aplica es factor determinante en el carácter que tiene su existencia.


Lamentablemente, muchos convencionalismos sociales y premisas de  “lógica o  ética popular”, condicionan desde temprano las decisiones que las personas toman sobre el dominio de su tiempo.


Estos convencionalismos señalan que el camino “apropiado” para las personas está definido por la Formación de sus capacidades, destrezas y habilidades para desenvolverse “competitivamente” en la vida; condiciones que luego se someten al arbitrio del Mercado para maximizar las retribuciones.


Esta forma de pensar lleva 95 de cada 100 casos a la lógica de transar Tiempo por Dinero. Cuando son las capacidades, destrezas y habilidades, en forma de “materia prima”, las que se transan en el Mercado, el tiempo que ellas demandan para su ejercicio es el que se termina negociando.


En esta realidad se inscribe el 99.9% de los empleos y de los auto-empleos que la gente adopta como medio de sustento.


Se vive en un sistema de alcance mundial que esencialmente forma y prepara personas para que intercambien Tiempo por Dinero.


En ello se basa la economía global, determinada por un grupo reducido de hombres que tiene clara la visión y un conjunto de “innumerables” que transita cansinamente el proceso de alcanzar metas y objetivos para el sistema. Estos “innumerables” venden su Tiempo y negocian condiciones con el mejor postor.


Hay un problema importante en esta lógica de gobierno universal; un problema para el individuo, para la persona: ¿cuánto vale el Tiempo?, o lo que es lo mismo: ¿cuánto vale la Vida? ¡Y ninguna respuesta alcanza a reflejar la realidad! Nadie puede asignar con facilidad un valor en dinero a su Vida. ¿Por qué entonces las personas terminan haciendo precisamente eso?


La respuesta se encuentra en la falta de Consciencia sobre el vínculo intrínseco que existe entre Vida y Tiempo: la Vida de las personas tiene el valor que se esté dando al uso de su Tiempo.


Cuando existen limitaciones al uso discrecional y libre del Tiempo, el valor de la Vida del hombre se reduce de manera proporcional.


Cuando estas limitaciones están establecidas por otras personas, el valor de la Vida propia está determinada, entonces, por ésas otras personas: uno vale aquello que las otras personas “pagan” por el tiempo que uno les “alquila”. Y si este mecanismo de “alquilar el tiempo” se sostiene a la vez por periodos largos, el “alquiler” concluye siendo una transacción patrimonial y la Vida del hombre que transa Tiempo por Dinero se convierte en la “propiedad” de alguien más.



Muchas personas caen en el engaño sutil de pensar que son dueñas de su destino a pesar que “alquilan” permanentemente su Tiempo.


Se muestran tranquilas (y muchas veces satisfechas) al efectuar el cálculo del dinero que les significa ésa transacción y la manera en que ése dinero “cubre” las necesidades que tienen.


Esa tranquilidad no proviene de un valor “mediocre” que le dan a sus vidas, es el producto de un largo proceso en el que han sido “anestesiados” para aceptar que la Vida es así.


La familia y la sociedad le dicen al hombre que su vida se desarrollará en un laberinto de socavones como los que tiene una mina, y le enseñan a transitar esos túneles “con ventaja” para situarse, al menos, en aquellos túneles que brindan mayor “comodidad y cobijo”.


Luego, bien lo ha hecho quién con mayor habilidad ha transitado esas cavernas y ha terminado por situarse lo más cerca posible de la “superficie”.


Todo tipo de Empleo y de Auto Empleo tiene estas particularidades: es una competencia que se lleva a cabo en túneles oscuros y estrechos que muy difícilmente llevan a la superficie. La persona que “alquila” su tiempo en un Empleo y se sujeta a lo que en este sentido dispone el Sistema tiene Dueño, debe reconocer Patrón.


Y toda persona que invierte su tiempo en una tarea cuya retribución depende exclusivamente del tiempo personal que involucre  en ella, tiene como Patrón a su propio oficio.


En ambos casos, cuando  se acaba el Tiempo se acaba el Dinero. En ambos casos las definiciones sobre la vida propia, son ajenas.


Para tener control de su Vida y su destino el hombre tiene que ser dueño de su propio Tiempo, debe ejercer soberanía sobre él. Y dado que en teoría no existe monto de dinero que pueda expresar el valor de una Vida, no debe negociar su tiempo (que precisamente es Vida) por monto alguno de dinero.


El dinero necesario para subsistir y adquirir todas las cosas transables que se desean, debe conseguirse por medio de la Venta de conocimiento, destrezas, servicios o productos, no “alquilando” el tiempo propio.


Todas las personas tienen una Capacidad de Producción distinguida de los demás, todos tienen el potencial de producir algo de valor, y ése “algo” es el que debe transarse en el Mercado. Por supuesto que ése “algo” habrá demandado tiempo para ser desarrollado, pero ése tiempo tiene el carácter de una Inversión y no de un gasto.


Es muy diferente Invertir tiempo en crear la Capacidad de Producción, que “gastarlo” en transacciones por dinero.


Es más, en cuanto mayor sea el tiempo invertido en el desarrollo de la Capacidad de Producción, menor la probabilidad de tener que transar tiempo por dinero, dado que esto último se da con mayor frecuencia (al menos en teoría), cuando la persona no tiene capacidad de producir algo de mucho valor o cuando el valor se acerca sólo a su capacidad física.


En la realización eficaz de su Capacidad de Producción el hombre debe transar Resultados por dinero, debe “vender” (y ésta sí es una habilidad vital de “supervivencia”), aquello que sabe y que otro (s) precisa y está dispuesto a pagar.


Estos Resultados pueden muy bien ser productos (ideas, bienes, consejos, soluciones, diseños, sistemas) u objetivos que deben alcanzarse.


La persona debe administrar su propio tiempo para producir aquello que alguien más necesita y está dispuesto a pagar.


No es el tiempo propio el que debe ponerse a disposición del Mercado, es el Producto de ése tiempo administrado a discrecionalidad el que se debe transar. De esta manera el “problema” con el Tiempo pasa a ser de “administración” (eficacia y eficiencia) y no de “propiedad”.


Lo que distingue así a una persona de otra es la habilidad que tiene de administrar apropiadamente su tiempo para producir aquello que se le demanda y no la capacidad de soportar y procesar la forma en que otro administra su tiempo.



Y los resultados de esto no se miden en la cantidad de dinero que finalmente se gana o acumula, se miden en la Calidad de Vida que se posee en el proceso de ganar ése dinero. No existe ningún tipo de calidad en una vida que se pone a disposición de los demás a cambio de dinero.


Es posible que en el proceso de intercambiar Capacidad de Producción por dinero en lugar de transar Tiempo por dinero, alguien concluya recibiendo al final menos dinero, pero a cambio habrá tenido control de su propia vida y posibilidad de vivirla distante del arbitrio de los demás. ¡Y eso finalmente vale mucho más que el dinero!


Ahora bien, es posible que alguien reciba finalmente más dinero transándolo por su tiempo que por su Capacidad de Producción, pero no es probable. Bien se sabe que en la vida todo es posible, por ello la dinámica del juego demanda trabajar sobre las probabilidades.


En ése sentido siempre serán mayores las probabilidades de maximizar la acumulación de dinero si aquello que se transa para conseguirlo no demanda que se hipoteque la vida.


En esta afirmación se reúnen todas las tesis vinculadas a las motivaciones del hombre y su productividad, todas aquellas que se resumen en una sencilla y diáfana verdad: produce más y mejor el hombre por disposición que por obligación.


Este es un asunto de premisas y no necesariamente de soluciones sencillas. Primero deben quedar claras aquellas premisas establecidas casi “tradicionalmente” en la vida y que son completamente incorrectas:

 

  • No es verdad que el único o mejor camino para obtener el dinero necesario para el sustento provenga de transar Tiempo por Dinero. ¡No es verdad!, por mucho que constituya parte de la ancestral sabiduría popular.
     
  • No es verdad que el éxito en la vida (primero habrá que afirmar que el éxito tiene unidad de medida absolutamente personal), radica en Formar a las personas en ciertos conocimientos, habilidades y destrezas para que sean puestas a disposición del Mercado.
     
  • No es verdad que el Empleo tradicional constituye el vehículo idóneo y por excelencia para transar ésa Formación en el Mercado.
     
  • No es verdad que la “Carrera Profesional” exitosa esté representada por una historia de empleos que han consumido buena parte del Tiempo y de la Vida. Finalmente a nadie le interesa eso, ni siquiera a los sistemas que se han beneficiado en algún momento de ello.
     
  • No es verdad que la única alternativa a todo esto sea desarrollar conocimientos en un oficio que se transe en el mercado sin dependencia de los demás. Este es el auto-empleo que conocen muy bien los abogados, los médicos, los odontólogos, etc., un sistema que sólo cambia de patrón y entrona al oficio como el dueño y señor del tiempo propio.
     
  • No es verdad que todo esto se solucione o mejore por efecto de acumulación de Conocimiento, puesto que mucha gente con enorme Conocimiento está igualmente perdido en el circuito o incluso fuera de él, transando habilidades básicas de ése Conocimiento por un puñado de dinero.

 



La Inteligencia es algo diferente al Conocimiento. La Inteligencia es la que orienta y explota el Conocimiento. Y la Inteligencia es la que se precisa para salir del circuito.


Pensar es algo diferente a Saber. El Pensamiento es el que orienta y explota el Saber. Y Pensar es lo que se precisa para salir del circuito.


¿Cómo se evita transar Tiempo por Dinero?: activando la Capacidad de Producción en lugar del tiempo. ¿Cómo se activa la Capacidad de Producción?: aplicando Inteligencia, en definitiva Pensando.


Le encanta al hombre la posibilidad de obtener respuestas sencillas, encontrar un “recetario” para todas las cosas que debe resolver en la vida, pero esta es otra premisa falsa de suyo propio.


Nunca existen respuestas sencillas o ellas no son, al menos, las más valiosas. A pesar que tenga a su disposición todo el Conocimiento que la humanidad ha desarrollado en la historia, ésa respuesta que busca cada quién la debe encontrar en sí mismo.


Ésa respuesta se encuentra PENSANDO, utilizando ésa capacidad con la que la naturaleza ha sido totalmente exclusiva, ése regalo del que la especie humana es la única destinataria.


Ninguna otra especie puede Pensar, luego ¿para qué puede suponerse que el hombre tiene ésa capacidad?, ¿para transar su Tiempo físico por dinero? El hombre se acerca a las especies más básicas (y con desventaja) cuando propende a sostenerse en su capacidad física, y tiende a perfeccionar su esencia cuando acude a su intelecto.


Existe un pensamiento interesante que circula por ahí: “El dinero en abundancia se obtiene pensando, si no fuese así todos aquellos que cargan ladrillos serían millonarios”. Mientras algunos observan el “agravio” que ello puede significar para quienes honestamente ganan su sustento con el sudor de la frente, otros entenderán que cualquier
llamado a que la gente piense constituye un llamado universal.


Hace ya muchas décadas el Sr. Napoleón Hill nos decía: “Piense y hágase Rico”. Para ésa afirmación el Tiempo no importa, porque lo trasciende, como pocas cosas en la Vida.




 

 

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