Luis Felipe Valenzuela /
"El reto que enfrentamos va mucho más allá del viejo y gastado forcejeo entre derechas e izquierdas. Lo sabemos bien."
Hasta que llegó el día. La noche, para ser exacto. Ya había llegado hace tiempo. Pero ahora nadie puede jugar a que aquí no pasa nada. Solo los corruptos. Solo los que están dispuestos a hundir al país, con tal de no ir a la cárcel.
Era evidente que estaban desesperados. Que no podían darse el lujo de entregar el poder. Que iban a exponerse, sin rubor, al ridículo planetario.
Lo que vemos es la última estridencia de un régimen nefasto. Un régimen que, si la gente lo permite, puede traerse abajo nuestra agónica democracia.
Esto, en medio del caos, es una oportunidad para Guatemala. Y el primero que puede y debe aprovechar el exabrupto es el Tribunal Supremo Electoral. Pese a que es sospechoso que hicieran oficiales los resultados 50 minutos después de que la FECI y el juez Fredy Orellana publicaran su acción contra el Movimiento Semilla, la respuesta de la presidenta del TSE, Irma Palencia, fue la correcta. Según lo dicho por ella en la conferencia de prensa, “las elecciones se defienden, se ganan o se pierden en las urnas”. Colijo que los magistrados no están dispuestos a acatar órdenes ilegales. Eso, en otras palabras, es desafiar al Ministerio Público y, por consiguiente, a Alejandro Giammattei y a sus aliados. Y es, también, la coyuntura perfecta para una actuación histórica de los actores sociales, económicos y políticos del país.
Igual, el momento trae consigo enormes riesgos. Puede ocurrir cualquier cosa. La posibilidad del uso irracional de la fuerza no se descarta en situaciones así. Conviene recordar el 21N. Esperaría, sin embargo, que los funcionarios a cargo prefieran renunciar antes de ejecutar una tropelía tan atroz.
No quisiera estar en los zapatos de quienes hoy atentan contra la estabilidad nacional. Ha de ser horrendo sentir el repudio y el aborrecimiento de millones. Ha de ser espeluznante saberse traidor a la patria y más cuando esa traición se perpetra bajo la máscara de una falsa e hipócrita defensa de los valores tradicionales.
Es el momento de que el liderazgo salga y se muestre. Especialmente, el liderazgo joven. Los abusos de poder y las complicidades criminales han logrado que la ciudadanía reaccione. Ya lo hizo el 25 de junio saliendo a votar contra la podredumbre del sistema. Asimismo, se nota que múltiples sectores se han pronunciado exigiendo que la segunda vuelta se celebre en la fecha contemplada. Desde afuera, las voces no cesan de mostrar su indignación por las maniobras que se intentan para irrespetar la voluntad popular. Estados Unidos ha sido claro y consistente en eso. Y no dudo de que lo será más.
Es injusto y cruel lo que vive Guatemala en estos días. Anoche me llamó gente llorando. Gente con miedo. Gente molesta. Pero sobre todo me llamó gente indignada. Lo cual implica un hartazgo en el que ya se rebalsó el vaso.
No es viable un país en el que, abiertamente, las autoridades de justicia violan la ley. ¿Qué seguridad puede haber en esas condiciones? Ninguna. Buscar respuestas en el ámbito legal sería lo lógico en estas circunstancias. Pero eso no aplica ahora. El descaro de los corruptos ya ni se molesta en disimular sus atropellos. El reto que enfrentamos va mucho más allá del viejo y gastado forcejeo entre derechas e izquierdas. Lo sabemos bien. Aquí se trata de una disputa entre los pro democracia y los pro dictadura. Entre los que creen en el Estado de derecho y los que están dispuestos a tirarlo a la basura. Considero que jamás debimos incurrir en semejante cataclismo. Estamos al borde del rompimiento constitucional. Es el momento más tenso y peligroso desde 1993, cuando Jorge Serrano se lanzó a un fallido golpe de Estado. El Tribunal Supremo Electoral no puede sucumbir a las presiones a las que se verá sometido. Sería penoso que lo hiciera. Asimismo, la ciudadanía tiene mucho que decir en este episodio. Mi principal esperanza son los jóvenes. Ojalá los hampones no se decanten por la violencia para mantener su régimen de oprobio. Si lo hacen, igual se irán. Pero lo harán con más deshonra y mayor rechazo. Cierro con una frase de Milan Kundera, en homenaje a su brillante legado: “Los pueblos también son responsables de lo que deciden ignorar”. Y este pueblo, intuyo, ya no está dispuesto a ignorar este impúdico saqueo del que ha sido víctima durante los últimos años.
Noticias Nacionales al Instante julio 13, jueves