Por Carlos Eduardo Nava Condarco
El coraje como virtud está “sobreestimado”. En el agasajo a las condiciones virtuosas que deben tener las personas para ser exitosas en la vida, el coraje no precisa ser un invitado especial. No es necesario catalogarlo como un huésped “VIP”.
¿A qué obedece esto?, al simple hecho que se puede vivir bien y ser exitoso sin ser una persona corajuda, al menos el 99,977% del tiempo que tiene un día cualquiera de la vida.
Es cierto que el mundo plantea desafíos y exige lucha para que se materialicen los propósitos, pero otorga a la vez el tiempo suficiente para que haya solaz, paz y “aguas tranquilas” para navegar.
Tienen que existir condiciones especiales para que el coraje constituya factor central de la acción: una pelea, un accidente, una catástrofe, un hecho riesgoso o extremo. Se necesitan ciertamente dosis de coraje para sofocar un incendio, participar en una contienda bélica o adentrarse en las profundidades del mar. Pero estos son casos extraordinarios en el contexto de la vida común.
La mayoría de las personas, e incluso las que eventualmente realizan aquellas tareas, viven más periodos de tranquilidad que de riesgo. La vida promedio otorga mucho tiempo para la reflexión y tranquilidad. Casi un tercio de la vida el ser humano duerme, y buena parte de los otros dos tercios debe actuar bajo condicionamientos comunes y corrientes. Estos actos no demandan coraje. Son tareas rutinarias que solo responden a método y disciplina.
El coraje es “valor, decisión y apasionamiento con que se acomete una acción, especialmente con que se acomete al enemigo o se afronta un peligro o una dificultad”.
Si tienen que establecerse diferencias esenciales, el coraje no es cualquier cosa, responde a situaciones muy exigentes.
La vida no plantea esto la mayor parte del tiempo, a pesar de todas las dificultades que expone. Por lo tanto, se puede vivir con cierta plenitud y alcanzar objetivos sin ser una persona de particular coraje. Al menos el 99,977% del tiempo.
El detalle se encuentra en el 0,023% de las veces que SI es necesario tener coraje. Ésa diminuta fracción marca el destino de las personas.
El coraje y su relación con las decisiones
Ése 0,023% de ocasiones está relacionado a cierto tipo de definiciones.
Las personas toman decisiones todo el tiempo, pero no todas son iguales. Una gran mayoría son mecánicas, instintivas, básicas, simples, automáticas. No representan esfuerzo o problemas. Se toman decisiones para vestir, comer, transportarse, comunicarse y manifestar todo tipo de emociones y argumentos. Es cierto que algunos encuentran complejidad incluso en estos actos, pero ello ya responde a otro análisis, porque por lo demás todo es rutina.
La pequeña fracción que no responde a lo anterior, está compuesta por las definiciones que provocan temor.
Estas activan emociones muy fuertes: ansiedad, incertidumbre, malestar, falta de sosiego e incluso pánico. No son muchas, por lo menos en comparación con las demás, pero son las que definen el destino de las personas. El lugar que les está reservado en este mundo, la retribución final que obtendrán. La calificación que merecerá su paso por esta vida.
Son las decisiones que precisan coraje.
Buena parte de las veces se ignoran o postergan. El temor a encararlas vence. Se da vuelta a la página y se continúa con todo lo demás. Quedan pendientes, no se toman.
En los hechos toda decisión precisa fracciones de segundos para tomarse. Otra cosa es que se espere mucho (a veces toda una vida), para hacerlo. Pero el acto mismo de decidir tiene la asombrosa velocidad de los procesos mentales.
¿20 segundos para tomar una decisión?
En realidad no.
Las decisiones tienen la velocidad de los pensamientos.
Pero posiblemente 20 segundos, poco más o menos, para actuar en función de la decisión tomada.
Finalmente no son los números los que importan, solo sirven para ilustrar el mensaje.
No es tiempo lo que se necesita para vencer el temor que reprime estas decisiones, es coraje: valor, fuerza, resolución.
Ahora bien, para activar el coraje ayuda la contextualización del tiempo. Si se abordan estas decisiones difíciles en 20 segundos del tiempo total que tiene un día, bastará para cambiar el rumbo de cualquier vida.
20 segundos para hacer ésa llamada o acercarse al grupo de personas con las que se necesita hablar. Para iniciar la conversación que se está evitando, decir ése sí o no que se encuentra pendiente. 20 segundos para propiciar la relación que se quiere, o terminar la otra que no conviene. Para decir adiós, o decir te amo. Decidir si se vende o se compra, se pide o se da.
20 segundos una vez al día, es decir el 0,023% del total disponible cada jornada. Solo 20 segundos de coraje por día y “el cielo es el límite”. Porque 20 segundos de valor para arrancar al temor las decisiones que aprisiona, generan más de mil victorias por año. Triunfos de calidad, no meras victorias. Pues el temor no secuestra cualquier cosa, sólo lo precioso.
¿Es difícil tener coraje 20 segundos por día?
¡Ciertamente!
Porque lo que se aborda en ése pequeño espacio de tiempo es algo muy sensible. Pero para bien o para mal, la decisión es siempre mejor que el estado irresuelto. Es mejor que “ésa” llamada no tenga los resultados esperados a no haberla hecho nunca, es preferible el rechazo a una propuesta que no haber efectuado la oferta.
No todas las decisiones arrancadas al temor tendrán el resultado esperado, pero todas proporcionarán CLARIDAD, despejarán sombras e incertidumbre.
Esto no es malo en ningún caso, porque genera aprendizaje, crecimiento, evolución. Los resultados malos y los que no lo son, igualmente se capitalizan, porque bien conducen a la victoria o al aprendizaje. En cambio, decisiones no tomadas por falta de coraje echan bruma sobre el potencial que tiene la existencia, y jamás alcanzan valor.
Por otra parte, el individuo práctico apreciará que un esfuerzo de 20 segundos es factible. También notará que las estadísticas no toman partido, y serán igualmente buenas las probabilidades de resultados positivos. Porque la mente, ante la ausencia de coraje, grita que no se tomen ciertas decisiones para evitar riesgos, pero pocas veces señala que los éxitos no solo son igual de posibles, también más probables.
Tenga coraje 20 segundos por día. Es un interesante “truco” para progresar. Es un mensaje que traspasa los bloqueos naturales de la mente y su aversión al riesgo. ¡No es tan difícil! Y los frutos son enormes.
Hay una idea que puede ayudar en esto, se llama “atreverse”.
Es una condición natural del ser humano tratar de no sentirse vulnerable, pero el reconocimiento (también natural) de la vulnerabilidad es un instrumento poderoso. La vulnerabilidad es universal. Todos los individuos la poseen. El error radica en evitar actos por efecto de ella en lugar de reconocerla presente y atreverse a actuar de todas maneras. En ése “atrevimiento” se materializa el coraje. Allí se miden los quilates de los individuos y se produce la distinción de unos y otros.
Theodore Roosevelt en su famoso discurso del “Hombre en la arena” expone está lógica con maestría, dice:
“El hombre que cuenta es el que de hecho lucha por llevar a cabo las acciones, el que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones, el que agota sus fuerzas en defensa de una causa noble, el que, si tiene suerte, saborea el triunfo de los grandes logros y si no la tiene y falla, fracasa al menos atreviéndose al mayor riesgo, de modo que nunca ocupará el lugar reservado a esas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la derrota”.
Atrévase 20 segundos por día para tomar las decisiones que lo atemorizan y actuar en función de ello. Luego de hacerlo todo será distinto. Porque habrá “saltado a la arena”, al escenario de la acción y de la verdad. Lo que pase en la arena sólo es beneficioso, porque pocos llegan a ése estado. La mayoría queda afuera, mirando expectante lo que otros hacen. Siempre en ése grupo de seres tibios que nunca gana ni pierde. Que vive bajo la sombra del gris, el color más triste cuando los ojos del alma elevan la mirada al firmamento.
Se necesitan muchos años de esfuerzo para lograr rendimientos promedio, solo 20 segundos de coraje por día para alcanzar la grandeza.
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