Por Begoña Serra
Todo líder se tiene que enfrentar a infinidad de desafíos, se ve sometido a mucha presión, debe definir objetivos, tomar decisiones y gestionar un equipo, al que tiene que dirigir y motivar. Un buen líder tiene que encontrar el equilibrio entre la confianza y la autoridad.
Como todos sabemos, vivimos en un mundo en constante evolución. Nos presenta retos constantes para los que la formación que hemos recibido en las universidades no nos ha preparado. La globalización, la irrupción de las nuevas tecnologías y su vertiginosa evolución, un mercado inestable sometido a crisis económicas,… Implican un cambio de paradigma, pues los conocimientos que todos hemos adquirido no nos ayudan a dar respuesta a estos desafíos. Los desafíos del líder del siglo XXI.
¿Qué ha supuesto la globalización?
Nuestra generación ha crecido en una sociedad en la que los trabajos nos daban estabilidad. Por lo tanto, tú aprendías una manera de trabajar y ésta era válida hasta la jubilación. En cambio, actualmente, nos encontramos con una gran movilidad laboral. Trabajos que no son para toda la vida, con nuevas maneras de trabajar… Y todo ello nos genera estrés, incertidumbre, presión y desmotivación. Nos hemos visto obligados a salir de nuestra zona de confort y a aprender nuevas maneras de hacer y a desarrollar habilidades para poder adaptarnos. Para poder hacer frente a los nuevos retos y seguir activos en el mercado laboral.
Por ello, las organizaciones del siglo XXI necesitan líderes que estén capacitados para afrontar estos retos. Para adaptarse a todos los cambios presentes y futuros. Líderes con una gran confianza en sí mismos, con un gran manejo de la presión y del estrés. También con una apertura de mente y una gran flexibilidad que les permita tomar decisiones de manera rápida. Líderes con una personalidad carismática y una autoridad que dé confianza y guíe a su equipo para llevar el proyecto empresarial a buen puerto.
¿Qué se le demanda al líder del siglo XXI?
Grandes dotes de liderazgo. Actualmente, las organizaciones están demandando líderes que estén formados para serlo, que se hayan preparado para liderar un proyecto empresarial y un equipo. Buscan personas formadas en habilidades de liderazgo (autoconocimiento, toma de decisiones, manejo de las emociones, habilidades comunicativas, conocimiento de las relaciones personales, técnicas de resolución de conflictos…).
Formación, innovación y creatividad. Los cambios que he comentado anteriormente y la mayor competitividad exigen una formación continua, estar al día de las últimas novedades del sector, buscar soluciones innovadoras que nos diferencien de la competencia.
Para ello, el líder tiene que promover esa formación e innovación continua que fomente la creatividad y la búsqueda de nuevas soluciones, productos o servicios que satisfagan al cliente y los haga destacar en su sector. Hoy más que nunca, el factor diferencial es el que marcará la diferencia. El que hará que el cliente se decante por un producto/servicio u otro.
Liderazgo horizontal. Para propiciar esa creatividad, es necesario dar autonomía y responsabilidad a los miembros del equipo. El liderazgo vertical en el que el líder toma las decisiones, dirige y distribuye las tareas está condenado al fracaso.
El líder del mañana tiene que fomentar trabajadores comprometidos con los objetivos de la organización. Además, que aporten ideas y soluciones, que hagan propuestas. El trabajo en equipo, la colaboración y las sinergias son las claves de este nuevo liderazgo.
Flexibilidad y adaptabilidad al cambio. En un entorno en constante cambio, las antiguas habilidades de análisis, planificación y control dejan de tener sentido. Es imposible predecir la evolución del mundo empresarial y de la sociedad en general.
Por el contrario, se necesitan líderes con una gran apertura de mente. Que sean flexibles, que no crean en verdades absolutas, con una gran capacidad de adaptación al cambio, que sepa manejarse en distintas situaciones. Personas de distintas culturas y con distintas maneras de entender los negocios.
Habilidades interpersonales. El nuevo líder ya no basará su liderazgo en el poder sino en la autoridad. Se convierte así en un referente, en un modelo a seguir. Alguien capaz de convencer y de motivar ya no sólo a su equipo sino también a clientes y proveedores.
Para ello, tiene que desarrollar habilidades comunicativas. Empatía, capacidad de persuasión y tener un profundo conocimiento de la condición humana serán claves para entender las necesidades de las personas con las que se relaciona.
Inteligencia Intrapersonal. Para convertirse en un líder de referencia y ejercer un liderazgo efectivo, el líder primero tiene que desarrollar un sólido liderazgo personal, lo que implica un trabajo de autoconocimiento y de gestión de las propias emociones. Esto le permitirá ser justo en sus decisiones y acciones, sin dejarse llevar por las presiones, los malentendidos o las dinámicas de poder que existen en cualquier organización.
Sólo un trabajo de crecimiento personal garantiza un líder con el suficiente empoderamiento y seguridad en sí mismo. Dos cualidades indispensables para tener el carisma necesario para liderar con éxito un equipo.
Escala de valores: La autoridad no se ejerce, te la otorgan las personas que forman tu equipo. Porque sienten que pueden confiar en ti, que eres una persona auténtica, íntegra, justa, comprometida y responsable. Por ello, el líder tiene que trabajar en su escala de valores y en cómo los transmite a los demás. Y, siempre, procurando que haya una coherencia entre su lenguaje verbal (lo que dice) y su lenguaje no verbal (lo que hace, su comportamiento, su postura corporal…).
Recordemos que la confianza no se gana a través de las palabras o las promesas. La confianza se demuestra con hechos. La manera en que un líder trata a las personas con las que se relaciona, toma las decisiones y comunica, dice mucho de su persona y, por tanto, de su estilo de liderazgo.
¿Cómo es el líder del Siglo XXI?
En conclusión, el líder del siglo XXI tiene que ser una persona con grandes dotes de liderazgo. Mucha autoestima y confianza en sí misma, con grandes habilidades sociales y emocionales. Que sepa cohesionar, inspirar y motivar a su equipo. Ahora más que nunca, el crecimiento personal de los líderes será un factor diferencial. El que permitirá a las organizaciones que apuesten por procesos de coaching directivo mayores niveles de productividad, desmarcándose de su competencia.
En este sentido, el Coaching Transaccional ofrece procesos de desarrollo personal y entrenamiento en habilidades de liderazgo para formar a los líderes del futuro. Personas con un gran carisma y autoridad, comprometidas y con una sólida escala de valores. Ellos y ellas permitirán que los equipos que dirigen puedan llevar a sus organizaciones a un nivel superior, haciendo frente a los desafíos del mercado actual.
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