Por: Carlos Nava Condarco
Muchos lo consideran el mejor inversor de todos los tiempos y uno de los hombres más sabios en la historia de los negocios. Warren Buffet es un ícono en términos de lo que ha alcanzado, un paradigma en sí mismo. De este hombre grande surge un pequeño pero poderoso consejo para quién desea emular sus logros: invierta en usted mismo.
El acto de invertir puede entenderse de manera simple: dedicar recursos. De esto se trata finalmente: destinar y asignar ciertos valores con el propósito de obtener otros mayores.
La complejidad del acto se presenta cuando debe elegirse el objeto de inversión, cuando hay que medir la cuantía de los recursos y definir el tiempo que tomará el proceso. La calidad con que se hace esta evaluación diferencia a los inversores entre sí. Allí convergen el arte con la ciencia.
Hay, sin embargo, un tipo de inversión en la que los factores de cuantía, destino y tiempo no necesitan cuidarse. Una que siempre tiene retorno positivo, crecimiento compuesto y ningún riesgo: la inversión que se hace en uno mismo.
“Invierta en usted mismo, dice Buffet, y verá los beneficios multiplicados por diez, sin que nadie pueda gravarlos o robarlos”.
Se trata de que dedique los recursos más importantes que tiene: energía, tiempo, enfoque, dinero, cuidado, cariño, etc., a su desarrollo personal, al vital objetivo de sentirse y estar bien. Y se trata de hacerlo como una prioridad en su vida, no como una “responsabilidad” más.
Entender el beneficio de un acto así, emerge de una lógica sencilla: uno mismo es su activo principal, el que sustenta la capacidad de producción, la “tarjeta madre” de todo el circuito, el “equipo” central del sistema. Si uno funciona bien, todo lo demás también.
Si se cuida el árbol, la calidad de los frutos está garantizada.
Ahora bien, ¿a qué se deben dedicar los recursos para optimizar esta inversión?: a todo aquello que agregue valor como persona y profesional.
El orden es importante: primero la persona y luego el profesional. Porque al final de la historia, el segundo siempre es una consecuencia del primero.
Cuando se habla de invertir en el desarrollo personal, hay una inclinación a pensar en habilidades, destrezas, conocimientos y experiencia. Y aunque esto es positivo, no alcanza para el propósito final, porque una dedicación de recursos planteada así prioriza al profesional, no a la persona.
Invierta recursos en sentirse bien con usted mismo.
Si no se siente cómodo en su propia piel, no se sentirá básicamente bien con nada ni con nadie. Es así de simple. Y esta “comodidad” involucra en proporciones similares al cuerpo, la mente y el espíritu. Porque sin la fundamental homeostasis de estos tres elementos, no emerge el producto deseado.
Decían que la famosa actriz Marilyn Monroe se sentía extremadamente cómoda con su cuerpo. Algo excepcional, incluso al nivel de estas personas constantemente expuestas al escrutinio público. Contaban que en esto Marilyn era tan natural que se parecía a un animal en estado de conciencia pura. Pero ella no tenía ni la mente ni el espíritu en igual forma, y por eso sufrió toda su vida, hasta el punto que decidió terminarla.
Es que el “bien-estar y bien-sentir” deben emerger del interior de la persona, porque de lo contrario se vuelven estados de vida corta. Si se depende de las circunstancias externas para sentirse bien, se es un esclavo de los acontecimientos y no se posee control de nada.
La construcción de ese estado interno demanda algunas cosas que son mucho más sencillas de lo que se piensa:
1.- Dedique recursos para verse básicamente bien, por muy profano que esto parezca.
Pararse delante del espejo y sentirse cómodo no es algo común para las personas. Y asumir que esto no tiene importancia es un error fundamental, porque lo estético no es nada banal. El ser humano tiene una capacidad natural para apreciar la belleza, por mucho que esto no tenga un estándar definido. Y poder hacerlo delante de un espejo y con uno mismo, es algo poderoso.
Invierta recursos en la ropa que le guste, en la dieta que le acomode y en el ejercicio físico que le resulte conveniente.
Estos no son “gastos insulsos”, son inversiones de clin a cola, porque conducen a un estado de “bien-sentir” y “bien-estar” que condiciona favorablemente otras actividades.
2.- Invierta recursos en su relacionamiento social.
Esto es indispensable. La vida siempre se manifiesta a partir de un balance delicado de energías. Y dado que el ser humano es un animal de naturaleza social, allí encuentra energía vital para “cargar sus baterías”.
Ahora bien, invertir recursos para el relacionamiento social involucra esfuerzo y sacrificio. Porque sin lo primero las relaciones quedan sujetas al azar, y sin lo segundo carecen de valor. Encontrar personas que contribuyan con el crecimiento personal no es fácil, demanda esfuerzo. Construir y mantener esas relaciones tampoco es sencillo, requiere sacrificios.
Por esto las buenas relaciones son producto de una gran inversión, porque piden que se dé mucho antes que se reciba algo.
3.- Invierta en sus hobbies y aficiones.
Hágalo sin ningún tipo de pesar. Estos no son gastos que deben considerarse con criterio marginal, son inversiones que consolidan su “bien-sentir y bien-estar”. Y a partir de ello la atención a todas las otras responsabilidades queda garantizada.
4.- Conozca el mundo.
Viaje, comparta con otras culturas y gente diferente. Lea sobre ellas, investigue. Muchas veces se piensa que esto tiene que apoyarse en grandes presupuestos, pero no es así. Las vías por las que puede transitarse el mundo son de todo tamaño y costo, y todas conducen a experiencias positivas.
Hay muchos académicos, técnicos, profesionales y demás, que llevan su oficio a los umbrales de la excelencia, pero conocen poco del mundo. Por esto mismo no alcanzan el bienestar que quieren, y sienten un vacío que los mantiene incompletos.
5.- Aprenda algo siempre. Aprenda, aprenda, aprenda.
Éste es el proceso que genuinamente lleva al conocimiento y la sabiduría: aprender algo siempre. El aprendizaje es una función, no un estado. Es como un río que fluye sin parar y riega la tierra que toca para volverla fértil.
El aprendizaje no debe limitarse a nada en particular, porque en ese caso se convierte en una represa que acumula agua, ya no es un río que fluye activando vida. Es cierto que hay cosas que llaman la atención más que otras, pero esto no tiene que conducir a que se desperdicie ningún aprendizaje.
De los eventos y de las cosas agradables se aprende tanto como de aquello que desagrada. Es cuestión de ecuanimidad reconocer y actuar en consecuencia de esto.
Buffet dice: “vaya a la cama cada noche un poco más inteligente que cuando despertó en la mañana”
6.- Invierta en calidad.
Todas las cosas que son de calidad cuestan, y seguramente mucho. Pero de esto se trata precisamente el concepto de valor. Muchos propenden a “sacrificarse” y toman para sí cosas de escasa valía. Este tipo de sacrificio no es inteligente. No es una visión apropiada de la vida.
¡Compre cosas de calidad!, adquiera lo mejor que pueda para usted mismo, o al menos aspire a ello siempre. Ese afán, ese deseo, condiciona favorablemente sus acciones. Y cuando consigue lo que quiere, perfecciona el circuito virtuoso del “sentir-bien y el estar-bien”. Esto último proporciona combustible (también de calidad), para conquistar nuevas cimas.
Reclame servicios de calidad, atención de primera allá por donde vaya. No hacerlo lo convierte en cómplice de la mediocridad estructural que gobierna el mundo. Quién invierte en sí mismo no engrosa las filas de esos que piensan y viven en término del “así no más”. La mediocridad solo se combate con una mentalidad de excelencia, porque entre ésta última y la primera ¿qué estado intermedio puede existir?
Ahora bien, invertir en calidad no significa gastar irresponsablemente, porque el concepto de valor no está relacionado con el precio, es más bien, una premisa mental.
Bien dice Warren Buffet en este sentido: “precio es lo que usted paga, valor es lo que obtiene”.
7.- Invierta en conocimientos, habilidades y destrezas para dominar la ciencia y el arte del dinero.
El dinero es un bien indispensable para vivir bien o no vivir mal, como usted prefiera. Ignorarlo es un acto irresponsable y siempre conduce a condenación. O bien se domina al dinero o se vive dominado por él.
Invertir en estos conocimientos es una de las mejores inversiones que se puede hacer en uno mismo. No es nada complejo, por mucho que el entendimiento popular crea lo contrario. La dinámica del dinero se fundamenta en muy pocas reglas, y bastante elementales. Si su estudio no se encuentra más extendido, es simplemente porque no es una asignatura a la que el vulgo le dé importancia.
Se enseña un poco de todo en el hogar, la escuela o la universidad, pero casi nada acerca del dinero. Se le dice desde temprano al niño que cuide su salud, pero nada sobre el cuidado que debe tener de su bolsillo.
Por eso hay que adquirir estos conocimientos y destrezas por cuenta propia, y de manera urgente. Es una inversión que da réditos toda la vida.
De esta manera, y en algún momento, podrá inscribirse en el espíritu de esa poderosa afirmación: “si es un problema que puede resolverse con dinero, entonces no es problema”.
8.- Invierta tiempo, dinero y esfuerzo en hacer lo que ama para ganarse la vida.
Según un estudio de la consultora estadounidense Gallup llamado “El Estado del mundo laboral 2023”, casi el 60% de los empleados en el mundo se inscriben en un estado de “renuncia silenciosa”. Es decir que permanecen en sus trabajos únicamente porque lo consideran “el mal menor”.
Esto se llama insatisfacción laboral. Y pocas cosas hay más tristes en este mundo. Sentirse obligado a pasar más de un tercio de toda la vida haciendo algo en lo que no se encuentra beneplácito es una tragedia.
La alternativa no es compleja. Porque hacer lo que uno ama para ganarse la vida, es consecuencia de hacer inversiones inteligentes en uno mismo, no es una utopía.
Invierta tiempo (y dinero) en los oficios que le hagan sentir bien. Realice sacrificios de corto plazo para obtener los retornos que espera luego. De eso se trata una inversión. Si el oficio que le agrada no paga hoy como otros, no importa, porque haciendo lo que le gusta mañana alcanzará la excelencia, y ésta genera retornos extraordinarios.
Nadie destaca haciendo algo que le disguste, mucho menos si se “auto obliga” a hacerlo por mucho tiempo. Porque por lo menos no podrá competir con quién trabaje a gusto. El mejor heladero del mundo no es pobre, y no lo es por una simple razón: es el mejor en lo que hace. Y no lo sería si no amara su oficio.
Invierta tiempo, dinero y esfuerzo en hacer lo que ama para ganarse la vida. Piense en ello… y mientras más temprano, mejor.
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