Por Carlos Nava Condarco
Hay un triste problema con la mente de la mayoría de las personas: está ocupada, casi a tiempo completo, en resolver insatisfacciones, inconvenientes y dramas existenciales. Y así, es prácticamente imposible que sea una herramienta de ayuda para que alguien alcance lo que quiere y conquiste el mundo.
La capacidad, o mejor dicho en este caso, el potencial de la mente, es majestuoso. Una sinfonía de Beethoven lo atestigua, tanto como la ingeniería de una nave espacial, la profundidad de los conocimientos científicos o una pequeña pero trascendental muestra de amor en alguna esquina del mundo.
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¡La mente humana es maravillosa!
Lamentablemente poco provecho le saca la mayoría, puesto que en general la utiliza como parte de una “psique” constantemente enfrentada con la vida. Se le encomienda la insensata tarea de acomodar las cosas del mundo de acuerdo a los gustos y expectativas que se tienen. Se le pide velar por los acontecimientos para que no provoquen sufrimiento o decepción.
Esta es una triste generalidad en la historia y el destino de la mente humana.
Afortunadamente, es también una realidad que puede cambiarse con cierta facilidad, aunque parezca iluso decirlo.
Lo único necesario para que libere su mente y conquiste el mundo es alinearse con los flujos de la vida, no resistirse a ellos.
Hay que entender, en definitiva, que las cosas no suceden en este mundo de acuerdo a los gustos y deseos que se tienen. Todo pasa en la forma que tiene que pasar. Y no se debe hacer un drama alrededor de ello o esperar que la mente acomode las cosas para “sentirse mejor”.
La realidad tiene que aceptarse tal como es. Cualquier otro acto es simplemente insensato.
Esta lógica no gusta a muchos, especialmente porque consideran que los coloca en una situación de sumisión y desesperanza. Ellos prefieren pensar (así como el Quijote), que pueden moldear el mundo de acuerdo a sus expectativas y preferencias. Así actúan, y eso demandan de sus mentes.
No entienden que aceptar lo que efectivamente sucede no es un acto de resignación, es una muestra de sabiduría y necesaria humildad para caminar exitosamente por los caminos de la vida y conquistar el mundo.
Primero se aceptan las cosas tal como son y luego se actúa de acuerdo al mejor criterio. ¡Este es el órden! La aceptación proporciona sosiego, fortaleza de espíritu y claridad mental. Con estos factores a favor es mucho más fácil construir y obtener lo que se desea.
La genuina y humilde aceptación genera PAZ de espíritu, trasciende la minucia involucrada en el deseo imperativo que las cosas siempre sean como uno quiere o como a uno “le gustaría que fueran”.
El rechazo provoca tribulación, no ayuda en la claridad mental y no sirve (en absoluto) para consolidar pretensiones y expectativas.
Y, por último, lo más dramático: la falta de claridad impide que la mente rinda de acuerdo a su potencial.
¡Todo esto es lógica pura! Argumentación a prueba de cualquier escepticismo.
Una cosa es luchar en la vida y otra muy diferente luchar contra la vida. En lo primero existe virtud, lo segundo es un despropósito que conduce al fracaso.
Hay una forma simple y mundana de reducir fricciones y “disgustos”, una que ayuda mucho en el proceso de aceptación: tener una vida básicamente ordenada. Esto no evita contratiempos, pero reduce el caos.
¿Se puede esperar que alguien conquiste el mundo teniendo una vida disipada? ¿Puede ser libre siendo esclavo de malos hábitos y rutinas perniciosas? ¿Es posible suponer que tenga equilibrio mental quién depende de lo que otros hagan o lo que suceda a su alrededor?
Si de hecho no es fácil aceptar las cosas como son, es mucho más complejo aceptar los resultados de una vida disipada.
O bien la mente está libre para crear y producir u ocupada para “acomodar” las cosas de acuerdo a gustos y expectativas.
Si alguien está siempre preocupado por lo que sucederá mañana y tiene la mente ocupada visualizando fatalidades, difícilmente trasciende la mediocridad.
Por otra parte, quién tiene una existencia básicamente ordenada tiene mayor capacidad de alinearse con los flujos de la vida y dejarse conducir por ella. Abandona los mandos y ese afán enfermizo de controlar todo para situarse en el asiento del copiloto que observa en paz las sinuosidades y oportunidades que presenta el camino.
Solo una mente libre puede identificar plenamente posibilidades y oportunidades, únicamente una psique desprovista de ataduras pasadas o expectativas, elude la “matrix” en la que se desenvuelve la mayoría.
Se habla fácilmente de victorias, del éxito y el deseo de ser aquel que conquiste el mundo, pero se concentran esfuerzos en luchar contra la vida en lugar de aprovechar el poder de sus flujos naturales.
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