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Descubre cómo la ciencia y la tecnología están transformando el fútbol en la Eurocopa 2024, llevando la pasión por el fútbol a nuevas e innovadoras alturas.
A finales de 2023 se presentó Fussballliebe (que en alemán significa «amor por el fútbol»), el balón oficial con el que se disputarán todos los partidos de la Eurocopa. Más allá de presentar una nueva estructura en 20 paneles que mejora la aerodinámica de balones anteriores aumentando la precisión en los desplazamientos y la estabilidad de su vuelo, Fussballliebe es medioambientalmente muy sostenible.
Por un lado, está fabricado por materiales químicos respetuosos con el medioambiente como poliéster reciclado y tinta a base de agua que se disuelve fácilmente con el agua de riego, evitando que los residuos del balón queden en el campo. Por otro, en su desarrollo se han empleado materiales biológicos como fibra de maíz, caña de azúcar o pulpa de madera, que pueden ser degradados por los microorganismos del suelo impidiendo su acumulación en el césped.
Contra las ilusiones visuales
El balón oficial de la Eurocopa 2024 también está íntimamente relacionado con la neurociencia. Científicos del departamento de Psicología de la Universidad de California descubrieron que el cerebro puede inventarse falsas ilusiones visuales para compensar la velocidad que lleva un objeto cuya trayectoria se sigue con la vista. Es lo que se llama el efecto flash-lag. En el mundo del fútbol este efecto aparece en la señalización de los fueras de juego. Es imposible que un juez de línea pueda observar a la misma vez la posición del último defensor y el momento preciso en el que el balón sale del pie de un atacante al dar el último pase.
Por eso, muchas veces los jueces de línea se fijan únicamente en el balón confiando erróneamente en que saben cuál será la posición exacta de los jugadores a los que previamente habían visto desplazarse. Pues bien, tras analizar todos los fueras de juego del Mundial de 2002 de Corea, un estudio científico encontró que los jueces de línea señalizaron fueras de juego que en realidad no lo eran en un 26,1 % de las ocasiones. Por el contrario, se dejaron de señalar un 26,5 % de fueras de juego reales… y todo ello debido al flash-lag.
Un sensor dentro del balón
¿Y cómo Fussballliebe resolverá en la Euro 2024 el problema generado por el flash-lag? Mediante la tecnología Connected Ball. Consiste en tres fases:
1) Se introduce un sensor de 14 gramos en el punto medio exacto del balón. Algunos de estos sensores son microchips (su nombre correcto son circuitos electrónicos integrados y por ellos Jack St. Clair Kilb recibió el Premio Nobel de Física en el año 2000) formados de un material semiconductor, habitualmente silicio. Sobre el silicio se fabrican circuitos electrónicos que se encapsulan dentro de otros materiales para protegerlos y, posteriormente, se introducen en el balón. Cuando el jugador golpea el balón el sensor registra el momento exacto con una enorme precisión, muy superior a la que ofrecen las imágenes de vídeo.
2) El sensor se conecta con un sistema óptico formado por 12 cámaras que detectan 29 puntos específicos del cuerpo de los futbolistas que cuentan para el fuera de juego.
3) Finalmente, los datos obtenidos tanto del sensor como de las cámaras son procesados por un sistema de inteligencia artificial que genera animaciones en 3D e informa a los árbitros (a través de la sala del VAR) de aquellos jugadores que se encuentran en fuera de juego.
El sistema Connected Ball tiene otras utilidades más allá de señalar fueras de juego con gran precisión. Esta tecnología permite conocer la velocidad con la que sale el balón del pie de un futbolista, el giro que cada jugador le imprime al esférico, el ángulo de lanzamiento y otros parámetros científicos fundamentales en el fútbol. Así, los entrenadores podrán conocer qué jugadores del equipo son los idóneos para lanzar las faltas, jugar en cada posición, etc.
Estimados lectores, espero que el próximo verano vean los partidos de la selección española en la Eurocopa 2024 de fútbol con la pasión de un aficionado, pero también con los ojos del científico que todos llevamos dentro.
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