¿Percibimos el mundo y como es? Así nos engañan el cerebro, los sentidos y las fake news

¿Percibimos el mundo y como es? Así nos engañan el cerebro, los sentidos y las fake news

Fuente:MUY INTERESANTE,30/07/2022 08:36 am

Por Muy Interesante 

Testigo en un juicio

Corría el año 1969. En Francia el general De Gaulle era derrotado en las elecciones presidenciales. Mientras, en la ciudad de Orléans se extendía la noticia de que estaban desapareciendo muchas mujeres jóvenes porque algún tipo de mafia las estaba secuestrando en un negocio de trata de blancas. Por todos lados aparecían personas que conocían o habían oído hablar de alguien que había desaparecido. Las sospechas recayeron sobre ciertas boutiques de moda, tapaderas de tan sórdido negocio. Según se decía, las drogaban en los probadores y un minisubmarino las sacaba de Francia por el río Sena.

El 20 de mayo aparecieron nuevas informaciones, mucho más detalladas. El total de desaparecidas era 28 y se descubrió que en las zapaterías se colocaban jeringuillas en los zapatos para drogar a las jóvenes clientas. Incluso en las tiendas sospechosas se recibían llamadas telefónicas de un burdel de Tánger. El rumor creció y creció: las tiendas incriminadas por la población eran aquellas que vendían minifaldas y en las acusaciones se podía oler un cierto tufillo antisemita.

El 30 de mayo los judíos pidieron protección a la policía. Cuando ésta tomó cartas en el asunto descubrió que no había desaparecido ninguna joven. Todo había sido un rumor creído y alimentado por la gente de la ciudad. El problema estaba en la existencia del rumor y no en la verdad que contuviera.

En nuestro país tuvimos un caso parecido en 1998, con una supuesta emisión del programa Sorpresa, Sorpresa de Antena 3, en el que aparecían unas escabrosas imágenes sexuales donde entraban en juego una adolescente, un perro y una lata de foie-gras o un bote de mermelada, según las versiones. Muchas personas dijeron haberlo visto, e incluso tenerlo grabado, a pesar de que jamás sucedió. Incluso hoy, en algunos foros de internet hay quien sostiene que se produjo aquella emisión.

La moraleja de estas historias -que hoy conocemos como fake news- es que somos capaces de "crear" una realidad que no necesita de un punto de apoyo real para existir.

Lo que sucede es que no somos conscientes de que lo que llamamos realidad es resultado de la comunicación. Según el llamado constructivismo radical la realidad que percibimos a nuestro alrededor es, hasta cierto punto, una construcción inventada por nosotros mismos, de manera que nunca seremos capaces de conocerla tal y como es. Según los constructivistas radicales, la manera más peligrosa de engañarse a sí mismo es creer que sólo existe una realidad.

Cada cual tiene su propia versión de lo que es real hasta el punto de que pueden ser muy opuestas unas de otras. ¿Por qué? Porque la mayor parte de lo que llamamos realidad es el resultado de la comunicación, y no el reflejo de verdades eternas y objetivas. De ahí la popularidad de las fake news.


 

Nuestros recuerdos nos engañan

No todo acaba aquí. ¿Qué sucede cuando interviene nuestra memoria para recordar aquella fiesta de cumpleaños, o aquella primera cita con la persona que nos gustaba? Aquí la realidad también se nos escurre entre las manos. Una de las pruebas más dramáticas de que es así lo tenemos en un viejo accidente de aviación. Sucedió durante la Exposición Aeronáutica de Farnborough (Inglaterra) en 1952: un caza a reacción se desintegró durante un picado de exhibición. Todo sucedió ante unos 100 000 espectadores.

Para entender lo que pasó, las autoridades pidieron a los testigos oculares de la catástrofe que dieran su versión de los hechos. Una vez analizados los miles de informes recibidos, la sorpresa que los expertos se llevaron fue mayúscula: sólo uno de los informes fue de cierta utilidad, y únicamente media docena de personas vieron más o menos correctamente la secuencia de los hechos. La realidad observada y recordada era distinta a la realidad objetiva, que sabíamos cómo era porque hubo una filmación del accidente.

 

La poca fiabilidad de los testigo presenciales

Claro que no siempre tenemos una cámara dispuesta a grabar. Esto lo tenemos, por ejemplo, en los testigos presenciales de un delito en un juicio. El abogado J. W. Ehrlich deja bien claro el valor del testimonio humano al hablar del valor de los testigos oculares en un juicio.

Según él un testimonio es un informe de las creencias del testigo como resultado de su reacción a un suceso, porque la observación y la memoria no son procesos mecánicos. Un testigo ocular no reproduce necesariamente de manera correcta lo visto y oído sino que nuestro cerebro rellena los vacíos de nuestras observaciones con lo que él cree que pudo haber pasado. En resumen, nuestra imaginación inconsciente inserta cosas que no observamos y es a esto, lo que aparentemente recordamos con claridad meridiana es, para nosotros, la lo que llamamos a realidad.


 

¿Confías en tus ojos o en lo que te dicen los demás?

En los años 1950 el psicólogo norteamericano Solomon Asch dio una vuelta de tuerca a nuestra percepción de la realidad con una serie de curiosos experimentos. Imagínate que se encuentra en una sala con siete personas más. Por la puerta entre el psicólogo encargado de la prueba, que lleva en la mano unas pocas cartulinas. Según explica, va a mostrar una serie de parejas de tarjetas.

En una de cada par hay una línea vertical; en la otra hay tres líneas verticales donde una de ellas tiene la misma longitud que la de la primera tarjeta. Las tres están numeradas y cada uno de los presentes deberá indicar cuál de las tres líneas es la idéntica. Empieza la prueba. Todo parece ir bien.

La línea que te parece correcta es la que el resto elige. Pero, en la tercera serie, todos eligen una que apostarías que no es la correcta: todos la ven igual menos tú. Sigue la prueba y al rato sucede otra vez lo mismo. La que todo el mundo señala como correcta a ti no te lo parece. «Aquí hay algo que no funciona», piensas para sus adentros. «¿Será que no veo bien?» Demasiadas dudas. Así que en pocos segundos decides, a pesar de lo que le dicen tus sentidos, cambiar su voto y coincidir con el resto. Y así va pasando la prueba. En unas estás de acuerdo con el resto y en otras pocas, aunque no crees que sea esa la respuesta correcta, dices lo que dicen los demás.

Pero lo que no sabes es se trata de un experimento diseñado para ti. Tú, y no el grupo entero, es el conejillo de indias. El psicólogo había llegado a un acuerdo con el resto de los asistentes para que a partir de la tercera pareja de tarjetas señalaran una de las rectas equivocadas, pactada de antemano.

De este modo Solomon Asch demostró que enfrentados al dilema de “¿he de responder lo que veo con mis ojos o de acuerdo con el grupo?” casi el 37% de la gente elige la segunda opción. Es más, justificaban su elección atribuyendo el resultado a su mala vista o a un error de apreciación suyo. Estos experimentos demuestran que socialmente se puede inducir la duda sobre lo que estamos percibiendo. Si esto es así, ¿cómo somos capaces de afirmar que percibimos la realidad tal y como es?

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