Por Muy Interesante 


Imagen / pexels / Egor Kamelev

Un nuevo estudio ha revelado que los mosquitos tienen un súperpoder: detectan la radiación infrarroja emitida por nuestros cuerpos para localizarnos con mayor precisión.

La relación entre los humanos y los mosquitos ha sido una constante en la historia, marcada por las enfermedades que estos insectos transmiten. Si bien sabíamos que el CO2 que exhalamos y los aromas de nuestra piel eran sus principales guías, un reciente hallazgo ha sorprendido a la comunidad científica: los mosquitos también emplean la radiación infrarroja que emitimos nuestros cuerpos para localizar a sus víctimas. Este descubrimiento, que amplía significativamente lo que conocemos sobre los sentidos de estos insectos, abre nuevas puertas en la batalla contra las enfermedades que propagan.
 

Un amigo silencioso con un arma oculta

Durante mucho tiempo, el mosquito Aedes aegypti ha sido un verdadero maestro del camuflaje y la caza. Transmisor de enfermedades tan temidas como el dengue, el Zika y la fiebre amarilla, este pequeño insecto ha demostrado ser un enemigo formidable. Sabíamos que utilizaba una combinación de sentidos para localizar a sus víctimas: el dióxido de carbono que exhalamos y los olores de nuestra piel eran sus principales pistas. Pero un reciente descubrimiento ha puesto patas arriba lo que creíamos saber. Resulta que los mosquitos también tienen un "ojo térmico": son capaces de detectar la radiación infrarroja que emitimos nuestros cuerpos, lo que les permite rastrearnos con una precisión asombrosa. Este hallazgo amplía nuestro conocimiento sobre estos insectos y supone la apertura de nuevas vías para desarrollar estrategias más efectivas contra las enfermedades que transmiten.

El calor que nuestro cuerpo desprende es como un faro invisible para los mosquitos. Nuestra piel, al tener una temperatura de unos 34°C, emite una especie de "luz" que no podemos ver: la radiación infrarroja. Esta radiación, que tiene una longitud de onda muy pequeña, es como una huella digital térmica que los mosquitos pueden detectar. Es como si tuvieran una cámara de visión nocturna incorporada, capaz de captar el calor que emitimos. Lo más sorprendente es que esta radiación infrarroja, con su pico máximo alrededor de los 9,4 micrómetros, coincide justo con la frecuencia a la que los mosquitos son más sensibles. Es como si la naturaleza hubiera diseñado a estos insectos para ser los cazadores perfectos de sangre caliente. Es, tal vez, una señal inequívoca de coevolución.
 

Un descubrimiento revolucionario

El reciente estudio publicado en Nature ha desvelado un secreto fascinante sobre los mosquitos Aedes aegypti: cuentan con un sistema de detección de calor tan sofisticado que roza lo increíble. Imagina que tienen un termómetro incorporado en sus antenas. Este termómetro, en realidad un canal de iones llamado TRPA1, se activa al más mínimo cambio de temperatura. Cuando el calor que emitimos nosotros toca sus antenas, este canal se enciende, enviando una señal al cerebro del mosquito que le indica: ¡he encontrado una fuente de alimento! Pero hay más: el calor no solo activa este sensor, sino que también provoca un pequeño aumento de temperatura en las antenas, lo que intensifica aún más la señal. Es como si los mosquitos tuvieran un radar térmico que les permite seguir nuestro rastro de calor con una precisión asombrosa.

Para confirmar sus sospechas, los científicos llevaron a cabo una serie de experimentos. Crearon un pequeño laboratorio donde los mosquitos podían elegir entre diferentes fuentes de calor. Algunas de estas fuentes imitaban el calor de nuestra piel, mientras que otras estaban a temperatura ambiente. Los resultados fueron sorprendentes: los mosquitos se dirigieron casi siempre hacia las fuentes de calor que simulaban la temperatura de nuestro cuerpo. ¡Era como si tuvieran un GPS térmico que los guiaba directamente hacia nosotros! Estos experimentos demostraron que los mosquitos tienen una preferencia muy clara por el calor que emitimos los humanos, lo que confirma que la radiación infrarroja es una herramienta fundamental en su búsqueda de alimento.

Este nuevo descubrimiento finalmente nos permite responder a una pregunta que ha intrigado a científicos durante mucho tiempo: ¿cómo hacen los mosquitos para encontrarnos en la oscuridad o cuando los olores son débiles? La respuesta es sencilla, pero asombrosa: ¡tienen una especie de visión térmica nocturna! Gracias a su capacidad para detectar el calor que emitimos, los mosquitos pueden seguir nuestro rastro incluso en condiciones de poca luz o cuando otros sentidos no son tan útiles. Es como si tuvieran un radar que les indica dónde estamos, sin importar las circunstancias.


Nuevas vías de investigación

Este hallazgo abre un mundo de posibilidades y plantea muchas preguntas interesantes. Si los mosquitos utilizan el calor para encontrarnos, ¿será que otros insectos también tienen este superpoder? Sabemos que algunos animales, como las serpientes, pueden "ver" el calor para cazar, pero los mosquitos son los primeros insectos en los que se ha descubierto esta habilidad. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿otros insectos que transmiten enfermedades, como los que causan la malaria, también pueden detectar el calor? Esta es una pregunta clave que los científicos están ansiosos por responder.

Este descubrimiento también nos permite entender mejor cómo el clima influye en el comportamiento de los mosquitos. Los científicos se dieron cuenta de que, cuando la diferencia entre el calor de nuestro cuerpo y la temperatura del ambiente es mayor, los mosquitos nos encuentran con más facilidad. Es como si el contraste entre el calor y el frío los ayudara a localizar su objetivo. Esto podría explicar por qué los mosquitos son menos activos en climas fríos: simplemente, ¡les cuesta más encontrarnos!

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