Por Muy Interesante
Imagen / Pexels / Mark Arron Smith
Desde siempre, el ser humano ha confiado en sus sentidos para percibir e interpretar la realidad que lo rodea. Por este motivo, a menudo no creemos en algo hasta que no lo vemos con nuestros propios ojos. Es decir, otorgamos a nuestros sentidos la fuente última de la realidad.
Sin embargo, estudios recientes en neurociencia y psicología han demostrado lo equivocados que podemos estar. Los investigadores han desafiado esta noción, revelando que la percepción visual está lejos de ser una representación fiel de la realidad objetiva.
La percepción como construcción mental
Es importante señalar que la percepción visual es un proceso altamente complejo que involucra la recepción de estímulos por los ojos y su interpretación por el cerebro. Lejos de ser una simple transmisión de imágenes, esta interpretación es un proceso activo en el que el cerebro construye la experiencia visual basándose en una combinación de datos sensoriales y conocimientos previos.
El profesor Pascal Wallisch, neurocientífico de la Universidad de Nueva York (EE.UU), argumenta que lo que vemos no es necesariamente lo que hay, sino “lo que nuestro cerebro cree que hay”. Según Wallisch, nuestras expectativas y experiencias previas influyen fuertemente en cómo interpretamos los estímulos visuales.
Este fenómeno puede ilustrarse claramente con el ejemplo del famoso vestido que se volvió viral en 2015, que se hizo conocido porque ‘cambiaba’ de color. Mientras que algunas personas veían el vestido como blanco y dorado, otras muchas lo veían como azul y negro. Un contraste de opiniones que generó un amplio debate durante días.
Esta diferencia en la percepción, según Wallisch, se debe a las distintas interpretaciones que cada cerebro hizo de la iluminación y el contexto de la imagen. La luz que llegaba a los ojos era la misma para todos, pero la percepción del color variaba dependiendo de cómo cada cerebro procesaba esa información.
Ilusiones ópticas y sesgos perceptuales
Las ilusiones ópticas son una prueba contundente de que la percepción visual no siempre se corresponde con la realidad física. Estas ilusiones explotan los mecanismos del cerebro para crear experiencias visuales que difieren significativamente de la realidad objetiva.
Por ejemplo, en la clásica ilusión de Müller-Lyer, dos líneas de igual longitud parecen diferentes debido a las flechas que se dibujan en sus extremos. Este tipo de ilusiones demuestra que el cerebro utiliza atajos o ‘heurísticas’ para interpretar rápidamente la información visual, a menudo a costa de la precisión.
Además, según los expertos, los sesgos perceptuales también juegan un papel crucial en cómo interpretamos el mundo visual. El efecto de anclaje, por ejemplo, muestra cómo la primera información que recibimos puede influir desproporcionadamente en nuestras percepciones o experiencias posteriores. En el ámbito visual, esto se traduce en que la percepción de un objeto puede estar influenciada por el contexto en el que se presenta, lo que altera nuestra interpretación de su tamaño, forma o color.
La ciencia detrás de la percepción
En nuestros días, el estudio de la percepción visual se ha beneficiado enormemente de las técnicas modernas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional (fMRI). Estas herramientas permiten a los científicos observar cómo diferentes áreas del cerebro se activan en respuesta a estímulos visuales.
Algunas investigaciones han demostrado que no solo las áreas visuales del cerebro están involucradas en la percepción, sino también regiones asociadas con la memoria y las emociones. Según los investigadores, la percepción visual es un proceso integral que combina la entrada sensorial con información contextual y emocional.
En concreto, el profesor Michael Graziano, de la Universidad de Princeton, sostiene que la percepción es una “hipótesis generada por el cerebro” para explicar los datos sensoriales. Esta hipótesis se ve influenciada por múltiples factores, incluidos los estados emocionales y las expectativas. Así, dos personas pueden interpretar el mismo estímulo de manera diferente si tienen diferentes experiencias o expectativas previas.
Así pues, comprender que la percepción visual es una construcción mental tiene implicaciones significativas en diversos campos, desde la psicología hasta el diseño de interfaces de usuario. Por ejemplo, en la psicología clínica, estas premisas podrían ayudar a tratar trastornos de percepción como la agnosia visual, donde los pacientes tienen dificultad para reconocer objetos, aunque sus ojos funcionen correctamente.
Mientras tanto, en la tecnología y el diseño, esta información es fundamental para crear interfaces que sean intuitivas y accesibles, teniendo en cuenta cómo los usuarios pueden interpretar la información visual de manera diferente.
Al mismo tiempo, esta comprensión abarca otros ámbitos que incluyen cómo nos enfrentamos a otras cuestiones como la difusión de noticias falsas o la manipulación de la información visual. Saber que nuestra percepción puede ser fácilmente engañada nos hace más conscientes de la necesidad de ser críticos y reflexivos en nuestra interpretación de lo que vemos.
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